Cuando la sociedad olvida las tropelías que se han comentido contra los derechos humanos, y cuando se olvida todo lo que se ha luchado para que se respeten los derechos fundamentales de los ciudadanos, entonces se corre el peligro de escuchar a los voceros de la pena de muerte y de la cadena perpetua, los cuales aparecen en las circunstancias mas trágicas a retrotraernos al ojo por ojo diente por diente, y lo gritan aprovechando la ola populista que conlleva la tragedia de turno. El legislador no debe nunca hacer caso al fervor populista que pide cabezas por no perder la suya propia, sino que ha de tenerla en su sitio para actuar con firmeza en defensa de los derechos fundamentales de los ciudadanos y con firmeza contra los que quebrantan la normativa establecida, sin olvidar que la tolerancia de la norma viene establecida por la propia norma, y no por el momento politico.
A veces una sociedad acomodada se vuelve excesivamente conservadora y convierte la seguridad en su valor a perfeccionar preferente, y ese anhelo de seguridad les lleva a denigrar a sus delicuentes olvidando el sentidos de uno de los valores que se encuentran arraigados en las mas modernas leyes como es el valor de la reinserción como principio informador del derecho penal, por eso tal vez olvida que a lo que habría que aspirar sería a la efectividad de la reinserción y nunca a la negación del ser humano que suponen tanto la cadena perpetua como la pena de muerte.
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